Imaginemos por un momento una escena digna de una película de Scorsese: un taller bañado por una luz tenue, donde las sombras bailan en las paredes. En el centro, un hombre inclinado sobre su pantalla, sus dedos volando sobre el teclado como si estuviera componiendo una sinfonía visual. Aquí conocemos a Mathieubdt, el mago de los píxeles de Estrasburgo.
Tras dejar la escuela hace unos años con experiencia en comunicación y diseño, Mathieubdt se ha labrado un camino único en el mundo del arte digital. Hoy en día, se ha convertido en el hombre al que acudir para darle un rostro a la música. ¿Lo suyo? Transforma notas en imágenes, melodías en carteles, ritmos en portadas de álbumes. Es como si tuviera el don de la sinestesia, pero en lugar de ver colores mientras escucha música, crea mundos visuales enteros.
Pero ojo, que aquí no estamos hablando de simples dibujos bonitos ni de fotografías retocadas apresuradamente. No, el universo de Mathieubdt está poblado de criaturas fascinantes e inquietantes. Imagina robots con piel metálica, reflejando un mundo tan frío como ellos, autómatas solitarios que parecen llevar el peso del mundo sobre sus hombros de acero. Es como si Blade Runner tuviera un hijo con un disco de Pink Floyd, todo arrullado por una melodía de Kraftwerk.
Lo que llama la atención en la obra de Mathieubdt es esta obsesión por lo "extraño y extraño". No sólo crea imágenes que sean bonitas o agradables a la vista. No, busca perturbar, provocar una reacción visceral en el espectador. Es como si cada una de sus creaciones fuera una pequeña película de autor, que invitara al espectador a profundizar en una narrativa visual compleja e intrigante.
¡Y hablemos de estas historias visuales! Mathieubdt no se contenta con situar a sus personajes en ningún contexto. Para él, el escenario no es un simple fondo, es un personaje en sí mismo. Cada elemento, desde el cerrojo más pequeño hasta el edificio más grande, participa de la historia. Es como si cada imagen fuera una escena congelada de una película que sólo existe en nuestra imaginación.
¿La inspiración de Mathieubdt? Ella viene directamente del Nuevo Hollywood. Scorsese, Coppola, De Palma... estos directores que supieron plasmar en el cine la esencia del alma humana. Búsqueda, dualidad, duda, soledad... tantos temas que resuenan en cada píxel de sus creaciones. Es como si cada fotograma fuera una micropelícula que capturara la esencia misma de estas obras maestras cinematográficas.
Pero no nos equivoquemos: Mathieubdt no siente simplemente nostalgia del pasado. Su genio reside en su capacidad para unir lo viejo y lo nuevo. Se inspira en la estética de ilustraciones antiguas, fotografías de películas y pinturas con aerógrafo, pero las reinventa con las herramientas digitales actuales. El resultado ? Imágenes que parecen venir de otra época, con ese aspecto desgastado, granulado y desaturado que añade una capa extra de emoción a sus creaciones.
En última instancia, lo que hace fuerte a Mathieubdt es su capacidad para tender puentes. Entre música e imagen. Entre el pasado y el presente. Entre humano y máquina. Entre la emoción y la técnica. Cada una de sus creaciones es una invitación a un viaje, un viaje al corazón de lo extraño, lo bello, lo inquietante.
Así que la próxima vez que te encuentres con la portada de un álbum que te haga temblar, que te intrigue, que te fascine, mírala bien. Quizás tengas la oportunidad de descubrir una creación de Mathieubdt, este mago de Estrasburgo que transforma la música en imágenes y los píxeles en emociones.