Es fascinante pensar que el hombre más rico del mundo es un francés que todos conocéis: Bernard Arnault . Su fortuna supera los 200.000 millones de dólares, por delante de titanes como Jeff Bezos y Elon Musk. Pero ¿cómo acumuló Bernard Arnault esta colosal riqueza? ¿Es gracias a su familia, a su astucia, a sus talentos estratégicos o a sus disposiciones financieras? Profundicemos en la historia de este imperio del lujo.
Bernard Arnault nació en 1949 en Roubaix en el seno de una familia adinerada. Su madre, Marie-Josèphe Savinel, es hija del fundador de una PYME de obras públicas, Ferret-Savinel. Su padre, Jean Arnault, se convirtió en director de la empresa. Desde pequeño, Bernard ha sido un apasionado del negocio familiar, paseando por las obras con su abuelo. Su segunda pasión, la música, y especialmente el piano, no se convirtió en carrera por falta de talento suficiente.
Arnault finalmente se unió a la École Polytechnique después de un fracaso inicial, convirtiéndose en el mejor alumno de su promoción en 1971. Luego se unió a la empresa familiar como ingeniero a la edad de 22 años. Cuatro años más tarde, a la edad de 26 años, tomó el mando y convenció a su padre para que vendiera las actividades de construcción para concentrarse en el sector inmobiliario. Ferret-Savinel, rebautizada como Ferinel, se convirtió rápidamente en líder de apartamentos turísticos en Francia.
En 1981, la elección de François Mitterrand empujó a Arnault a exiliarse en los Estados Unidos, donde fundó Ferinel Inc. en Nueva York. Allí se codeó con Donald Trump y empezó a comprender la importancia global de las marcas francesas. Una anécdota curiosa: al llegar al aeropuerto Kennedy, le preguntó al taxista si conocía al presidente francés. “No, pero conozco a Christian Dior”, respondió.
De vuelta en Francia, en 1984, Bernard Arnault se interesa por la industria y se interesa por el grupo Boussac, entonces en dificultades. Logró convencer al Estado de que le entregara la empresa prometiendo salvar 12.000 puestos de trabajo. Una vez que tuvo el control, despidió a 9.000 empleados y vendió activos no esenciales, fortaleciendo su flujo de caja. Sólo mantuvo a Dior y Le Bon Marché, sacando a Boussac de la quiebra.
Su estrategia de adquisiciones continúa con LVMH . Utilizando tácticas audaces y a veces controvertidas, se convirtió en el accionista mayoritario del grupo, desplazando gradualmente a los herederos de Louis Vuitton. A través de una serie de ofertas públicas de adquisición hostiles y adquisiciones estratégicas, Arnault construyó un imperio de lujo consolidando marcas prestigiosas como Dior, Louis Vuitton, Givenchy y muchas otras.
Bajo su liderazgo, LVMH se convirtió en el grupo de lujo más grande del mundo, reuniendo a más de 70 marcas icónicas. La cartera de LVMH es extremadamente diversa e incluye sectores variados como la moda, la relojería, los vinos y bebidas espirituosas, así como la cosmética y los perfumes. Entre las marcas más prestigiosas encontramos Louis Vuitton, Christian Dior, Givenchy, Fendi, Marc Jacobs, Céline, Kenzo, Guerlain, Hennessy, Moët & Chandon y muchas otras.
Bernard Arnault es conocido por su meticuloso enfoque de gestión. No se limita a supervisar las principales líneas estratégicas; se involucra personalmente en los detalles, particularmente en la decoración de las tiendas. Tiene una visión precisa de la imagen que debe transmitir cada marca y consigue que las tiendas reflejen perfectamente este universo. Por ejemplo, la boutique Louis Vuitton Place Vendôme en París está diseñada para ser un hogar excepcional, que encarna la elegancia y el refinamiento de la marca.
Su búsqueda de la perfección y la atención al detalle también son evidentes en la gestión de su equipo. Arnault es conocido por ser un líder exigente, espera un alto rendimiento de sus colegas y fomenta la innovación respetando las tradiciones de las casas que dirige.
Por supuesto, no todo ha sido siempre color de rosa.
Bernard Arnault ha experimentado fracasos, el más notable fue el intento fallido de comprar la casa Hermès. En 2011, LVMH sorprendió al mercado al anunciar que poseía una participación del 17% en Hermès, una adquisición realizada en gran medida mediante transacciones de mercado discretas. Los herederos de la Casa Hermes respondieron enérgicamente, viendo esta maniobra como un ataque hostil. Finalmente, en 2017, LVMH tuvo que vender sus acciones, poniendo fin a esta encarnizada batalla.
A pesar de estos reveses, Bernard Arnault sigue siendo un visionario. Anticipa tendencias e invierte en sectores prometedores. Su fondo de inversión, Aglaé Ventures, apoya a empresas emergentes innovadoras como Spotify, Netflix, eToro y Airbnb. Al mismo tiempo, es un gran coleccionista de arte moderno y contemporáneo, e incluso hizo construir la Fundación Louis Vuitton en París para exponer su colección privada.
Arnault también sabe prepararse para el futuro. Planificó cuidadosamente la sucesión para que el imperio LVMH permaneciera bajo el control de su familia. El holding familiar Agache ha sido reestructurado para garantizar que sus cinco hijos posean partes iguales y que el control siga siendo inalienable durante al menos 30 años. Esta estrategia asegura la sostenibilidad de la empresa manteniendo una gobernanza estable.
En definitiva, Bernard Arnault no partió de la nada, pero supo magnificar su legado. Su capacidad de ver el futuro, asumir riesgos calculados y gestionar con rigor ha transformado a LVMH en un auténtico titán del lujo. Hoy en día, LVMH es el equivalente a un ETF de lujo y representa la quintaesencia del refinamiento y el saber hacer francés. Algunos lo ven como un lobo despiadado, otros como un maestro de negocios. De todos modos, su impacto en la industria del lujo es imborrable y su éxito es innegable.