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¿Alguna vez te has preguntado por qué se nos dice que nos mantengamos dentro del marco? ¿Seguir las reglas, escuchar sabiamente en clase y no cuestionar demasiado lo que nos enseñan? Hemos escuchado este tipo de conversaciones desde que éramos niños, como si fuera la única manera de triunfar en la vida. Pero ¿y si te dijera que estamos muy equivocados? Ese verdadero éxito se esconde en otros lados, en los rincones que no nos atrevemos a explorar. Esto es exactamente lo que nos invita a hacer Idriss Aberkane en su libro Libera tu cerebro: toma el control de nuestras capacidades mentales para convertirlas en palancas de cambio.

Aberkane nos recuerda algo obvio pero que a menudo se olvida: nuestro cerebro no es una máquina que simplemente obedece órdenes externas. Es una herramienta poderosa, pero aún necesitas saber cómo usarla correctamente. En la escuela, en el trabajo, en la política, no lo utilizamos de forma ergonómica. Y ese es el problema: esta falta de ergonomía conduce al malestar colectivo, al estancamiento intelectual.

Entonces, ¿cómo liberarse de este encierro mental? Primero, debemos cambiar nuestra relación con el conocimiento. Sabes, a menudo tenemos la idea errónea de que cuanta más información acumulamos, más “inteligentes” nos volvemos. Aberkane nos demuestra que no se trata de acumular, sino de distribuir ese conocimiento de una forma más fluida y eficiente. Menciona una anécdota fascinante: en la India introdujeron una moneda especial que sólo se utiliza para pagar las clases. La persona que recibe este dinero sólo puede utilizarlo para obtener una educación, etc. Resultado ? ¡Todos se vuelven más ricos, pero no financieramente, sino intelectualmente!

¿Y si esto fuera verdadera riqueza? Una cadena ininterrumpida de intercambio de conocimientos donde todos se convierten a la vez en aprendices y maestros. Aberkane lo llama economía del conocimiento, un sistema donde nadie pierde.

Lo que es aún más emocionante acerca de su enfoque es que nos empuja a repensar nuestra relación con el tiempo y el desempeño. Habla de atletas mentales, aquellas personas que pueden realizar hazañas cognitivas increíbles, como calcular la raíz 23 de un número de 201 dígitos. Quizás estés pensando: "Está bien, está bien, pero nunca haré eso". Pero, de hecho, Aberkane nos dice que todos somos capaces de realizar este tipo de actuación. ¡Sí, tú también! El secreto es la neuroergonomía: usar tu cerebro de manera óptima, como un levantador de pesas, optimizando cada movimiento para levantar un peso enorme.

Es un poco como si te dieran una supercomputadora pero la usaras como una vieja máquina de escribir. Parece absurdo, ¿verdad? Sin embargo, esto es lo que hacemos todos los días con nuestro propio cerebro. Nos limitamos, nos quedamos en cajas pequeñas, no exploramos lo que realmente puede lograr esta formidable herramienta.

Aberkane va más allá al explicar que esta liberación del cerebro no es sólo para brillar en competiciones de matemáticas. No, es mucho más que eso. Es una filosofía de vida que nos empuja a florecer plenamente como individuos. Habla del ego y aquí también sacude un poco las ideas preconcebidas. Muchas veces pensamos que el ego es un problema, que hay que reprimirlo. Aberkane nos dice que un ego bien utilizado puede ser una fuerza inmensa, un motor para realizar nuestros proyectos e incluso contribuir al bien colectivo.

¿Y si finalmente nos atreviéramos a liberarnos de estas viejas estructuras mentales? ¿Ya no someterse a jerarquías fijas o ideologías obsoletas? Aberkane nos anima a repensar el mundo, a alejarnos de los patrones tradicionales para imaginar un futuro en el que todos sean libres de pensar, crear y crecer sin limitaciones.

Aberkane no se limita sólo al conocimiento o al ego. También explora un aspecto que bien podría cambiar la forma en que vivimos y aprendemos: la idea de una sociedad construida sobre un mejor uso colectivo de nuestras capacidades cognitivas. ¿Esto significa algo para ti? En un mundo donde hablamos constantemente de eficiencia, productividad y competitividad, Aberkane plantea esta simple pregunta: ¿y si finalmente usáramos nuestro cerebro sabiamente, para nosotros y para los demás?

Es fascinante, ¿no? Imaginemos una sociedad en la que ya no simplemente enseñemos hechos o fórmulas, sino que enseñemos a cada individuo a hacer el mejor uso de sus propias capacidades cerebrales. Una especie de educación a medida, donde cada uno podría optimizar su propio cerebro según sus talentos y necesidades. No más alimentación forzada en las escuelas, como tan bien dice en una de sus sorprendentes analogías, comparando nuestro sistema educativo con el de la alimentación forzada de gansos. Aberkane denuncia esta sobreabundancia de información, a menudo inútil, que conduce al "cerebro gordo". En otras palabras, no es porque atiborremos a un estudiante de conocimientos que se volverá más inteligente, del mismo modo que atiborrar a un ganso no lo hará más eficiente, sino simplemente enfermo.

Pero entonces ¿cuál sería la alternativa? ¿Cómo escapar de este círculo vicioso de alimentación mental? Aberkane ofrece un enfoque radicalmente diferente, basado en lo que él llama neuroergonomía. Para él, es bastante simple: en lugar de imponernos montañas de información sin enseñarnos realmente cómo utilizarla, debemos aprender a organizar mejor nuestro pensamiento, a estructurar nuestro conocimiento de manera que se convierta en una palanca de transformación. .

Esta idea va de la mano con otra noción poderosa que se analiza en el libro: la del tramo. Quizás te preguntes ¿qué es un lapso? Es simplemente la distancia entre el pulgar y el meñique cuando la mano está abierta. Y para Aberkane, es mucho más que una simple medida física: es una metáfora para ilustrar los límites de lo que nuestro cerebro puede captar en un momento dado. Dado que nuestras manos sólo pueden agarrar un objeto a la vez, nuestro cerebro sólo puede retener una cantidad limitada de información a la vez. Por lo tanto, necesitamos estructurar nuestras ideas y nuestros conocimientos de forma ergonómica para comprenderlos mejor.

Y aquí se pone emocionante: Aberkane nos muestra que, así como las dimensiones del cuerpo humano han influido en el diseño de nuestro entorno físico (edificios, objetos), las dimensiones de nuestro cerebro deberían influir en la forma en que diseñamos nuestros sistemas de suministro de energía. . saber. Esto significa que todo lo relacionado con la educación, la comunicación o la toma de decisiones debe rediseñarse en función de las capacidades cognitivas de nuestro cerebro.

¿Te imaginas? Una escuela, un lugar de trabajo o incluso una sociedad diseñada para estar en perfecta armonía con nuestra forma natural de pensar y comprender. Sería un mundo en el que aprenderíamos no según un plan de estudios rígido, sino según lo que nuestros cerebros son realmente capaces de procesar de manera efectiva. Aberkane lleva esta idea tan lejos como para sugerir que el futuro de las organizaciones humanas, incluidos los sistemas políticos, debería basarse en lo que sabemos hoy sobre nuestros cerebros. Te hace pensar, ¿no?

Pero hay aún más. Lo que encontré fascinante del pensamiento de Aberkane fue su idea de una “hiperindividualidad” positiva. Básicamente, nos dice que, lejos de perjudicar al colectivo, cultivar el propio ego puede por el contrario ser beneficioso para todos. Imagine un mundo donde se aliente a todos a desarrollar todo su potencial, no en detrimento de los demás, sino contribuyendo al enriquecimiento mutuo. Va en contra de todo lo que nos han enseñado, pero esa es también la belleza de este enfoque: romper ideas preconcebidas para avanzar mejor.

Y luego, Aberkane no deja de enfatizar los peligros de las ideologías fijas. Insiste en la necesidad de una experimentación liberada, sin dejarse limitar por las certezas de sistemas de pensamiento pasados. Este es uno de los aspectos más revolucionarios de su libro: la idea de que, para progresar, debemos cuestionar constantemente lo que creemos saber. El pensamiento crítico es nuestro mejor aliado, y es atreviéndonos a ir en contra de las ideas establecidas como podemos realmente liberar nuestro cerebro.

Entonces, ¿qué opinas? ¿Seguimos siguiendo las reglas o intentamos reinventar el juego?