Maratón de Nueva York 2025: una carrera legendaria y desafíos personales

Marathon de New York 2025 : Une course légendaire et des défis personnels
Hay maratones y luego está el maratón de la ciudad de Nueva York. Una leyenda. Precisamente ayer se produjo el gran regreso de miles de corredores al legendario recorrido, el que divide Nueva York en cinco, desde las calles de Staten Island hasta los últimos metros de Central Park. Y este año, ante los gritos y el aliento de una multitud emocionada, Abdi Nageeye y Sheila Chepkirui dejaron su huella en esta 53ª edición. Dos tiempos, dos marcas personales, dos hazañas.

Pero el Maratón de Nueva York es más que números, nombres y medallas. Es un momento suspendido, un ritual casi sagrado para esta ciudad que nunca duerme. ¿Cómo llegamos allí? ¿Transformar una pequeña carrera entre aficionados en Central Park en una celebración internacional, cita obligada para miles de maratonistas?

Volvamos a 1970. Una época en la que correr un maratón aún no era un sueño popular. Ese año solo hubo 127 participantes, trotando por los pasillos de Central Park. Y ese día, sólo 55 afortunados cruzaron la meta. Algunas caras, poco ruido, pero una idea loca que empieza a germinar: ¿y si esta carrera se convirtiera en algo más grande? ¿Algo que sacudiera los cinco distritos de Nueva York, algo que diera a los corredores una razón para seguir adelante, regresar y empezar de nuevo?

Luego, en 1976, la carrera explotó en Central Park. El maratón de Nueva York se reinventa ofreciéndose un recorrido ambicioso por los cinco barrios de la ciudad. Staten Island, Brooklyn, Queens, el Bronx y Manhattan… Un itinerario que conecta diferencias, acentos, culturas. Es América en toda su diversidad la que se expresa a lo largo de estos kilómetros, a través de carteles coloridos y manos extendidas. Y esta energía es palpable. Imposible permanecer indiferente: espectador o corredor, cada uno se deja llevar por la corriente.

Hoy, el maratón de Nueva York es una aventura física y mental. No sólo para la élite. No, ni siquiera para el corredor dominical, el padre, el estudiante, el jubilado. Cada uno corre por sus motivos, sus retos personales, sus sueños. Algunos vienen de muy lejos para esta carrera en particular. Porque aquí cada corredor es un héroe por un día. Y la ciudad le pertenece, aunque sólo sea por un momento.

¿Los registros? Por supuesto, los contamos. Admiramos a atletas como Nageeye y Chepkirui que cruzan la línea de meta en un instante. Pero detrás de estos dos, miles de personas más están experimentando su propia victoria. Cada corredor, a su manera, reescribe la historia del maratón. Una carrera contra ti mismo, contra el reloj, contra el cansancio. Y todo ello, bajo la mirada cómplice de Nueva York, como una promesa de un momento de gloria.

Entonces, ¿por qué esta carrera es tan fascinante? Quizás porque es como Nueva York: una ciudad de contrastes, de velocidad, de energía pura. O tal vez porque este maratón es más que un simple recorrido. Es un viaje, un rito de iniciación para aquellos que quieren superar sus límites.

Cuando hablamos del Maratón de Nueva York, hablamos de sueños. Estamos hablando de resistencia. Hablamos de un vínculo invisible que une a quienes se atreven a afrontar estos 42.195 kilómetros de asfalto y obstáculos, estos kilómetros que se convierten, en este contexto, en mucho más que una simple distancia.

A aquellos que sueñan con caminar algún día por las calles de Nueva York como corredores de maratón, háganse una pregunta: ¿estás listo para enfrentarte a la ciudad que nunca duerme, para conquistarla corriendo? Porque aquí cada paso es una victoria, cada paso una declaración.